No existen más que siete cervecerías trapenses en el mundo. Únicamente las cervezas elaboradas en
el seno de un monasterio, bajo la vigilancia de la comunidad monástica de tradición cisterciense que vive
allí, tienen derecho a llevar esta denominación de origen, rigurosamente controlada. Pueden reconocerlas
por su logotipo oficial.
Los monjes cistercienses viven acordes con la regla de San Benito (480-547), que dice que deben
desarrollar un trabajo manual para cubrir sus necesidades. Cada monasterio cisterciense, por lo tanto,
desarrolla las labores que le permiten la zona y la climatología en las que viven, labrando la tierra y
produciendo su propia alimentación y bebida.